ACPP celebra el alto el fuego en Gaza

Credit: © UNICEF/NYHQ2014-1122/El Baba

ACPP celebra el alto el fuego en Gaza

Por primera vez en mucho tiempo, los habitantes de Gaza han podido dormir un poco mejor. Tras 50 días de horror, se ha silenciado el ruido de las bombas, los cohetes, la muerte y la desesperación. Un estruendo que les ha acompañado todo este tiempo y que el mundo ha seguido a través de una pantalla de televisión como quien asiste a una representación con la sensación de que ya se sabe el argumento de memoria.

Ahora los cielos de Gaza amanecen con una nueva esperanza. Una esperanza modesta, la de unas personas que anhelan recuperar algo de normalidad en una vida que de normal, realmente, tiene poco, y que incluye no tener que mirar al horizonte en busca de un misil que viene hacia ti. No podemos evitar que nuestras simpatías estén más con esa gente normal, que no salen en los telediarios si no es en sus propios funerales y que celebran el alto el fuego como un envite ganado nuevamente a la muerte, antes que con aquellas que lo celebran como una victoria militar.

Porque desde que se anunció el acuerdo de alto el fuego indefinido hemos podido leer y escuchar bastantes opiniones acerca de esa cuestión, de que esto es un logro de la resistencia armada y, por tanto, una victoria militar frente a un Israel que sólo cede cuando se le bombardea, aunque sea con cohetes que infligen más un daño mental que físico. En nuestra opinión esta afirmación puede suponer a la larga un mal mayor para la causa y el pueblo palestinos porque, a violencia, no le ganan al estado de Israel, y consideramos un error que se entienda que ese es el camino a seguir para conseguir resultados.

El precio pagado por los palestinos en Gaza supera los 2100 muertos, 10800 heridos y cientos de miles de desplazados. Decenas de miles de casas han sido destruidas, las escuelas se usan como refugio, la industria de la Franja está desmantelada y barrios enteros han desaparecido del mapa, borrados como si nunca hubieran existido. Según los datos que manejamos, harán falta miles de millones de dólares y entre tres y cuatro años para devolver a Gaza a la situación en que se encontraba el día anterior al inicio de la ofensiva israelí. Y no podemos olvidarnos nunca de que esa situación ya era de una crisis humanitaria permanente, fruto de años de bloqueo por parte de Israel y de continuos ataques, empezando por la tristemente famosa operación Plomo Fundido de 2008, que dejó también un reguero de miles de víctimas.

El acuerdo inicial recoge medidas inmediatas que, de cumplirse, es cierto que supondrán un alivio en la situación de los gazatís, dado que Israel se compromete a rebajar el bloqueo para permitir una mayor entrada de bienes y ayuda humanitaria y Egipto a abrir el paso de Rafah. Además, Israel reducirá la zona que denomina “de seguridad” en su frontera con Gaza de los 300 metros actuales a 100, así como a ampliar las aguas en las que permite pescar a los palestinos de 3 a 6 millas (aun así, lejos de las 20 millas que internacionalmente se reconocen a la Franja). Esto permitirá un mayor acceso a tierras de cultivo y a pesca que durante años ha estado vetada porque, simplemente, se corría un riesgo bastante real de ser disparado si se entraba en esos límites.

A cambio, Hamás y otros grupos militares pondrán fin al lanzamiento de cohetes y morteros contra Israel, e Israel a su vez detendrá los ataques e incursiones en la Franja.

Como parte de este acuerdo, la Autoridad Nacional Palestina, encabezada por el Presidente Abbas, coordinará la mal llamada (en nuestra opinión) reconstrucción con el apoyo de los países donantes, y sustituiría a Hamas en la administración de las fronteras de Gaza, eso sí, asegurando a Israel que se impedirá la entrada de armas, municiones y materiales “prohibidos”.

Cuestiones muy importantes se han quedado, sin embargo, encima de la mesa hasta que en el plazo de un mes las partes se vuelvan a sentar a ella. Queda pendiente la liberación de presos palestinos, la construcción de un puerto que permita la entrada de personas y materiales, la reconstrucción y reapertura del aeropuerto internacional Yassir Arafat (construido por la cooperación española en 1998 y cerrado tras ser bombardeado en 2000), la descongelación de fondos para pagar a los empleados públicos, la desmilitarización de los grupos de la Franja de Gaza…

Todos esperamos que la tregua se consolide y que la calma vuelva a la zona. Una calma que no permita que caiga en el olvido el hecho de que Gaza sigue estando, como lo ha estado durante la última década, bajo asedio. La política de los distintos gobiernos israelíes ha acabado convirtiendo este pequeño pedazo de Palestina en una enorme cárcel al aire libre para su más de millón y medio de habitantes.

No podemos consentir que el pueblo de Gaza viva dependiendo de treguas que cualquiera con más pólvora que seso (a ambos lados del muro, aunque desde luego no con igual capacidad de destrucción) puede decidir romper en cualquier momento, sea por intereses electoralistas, económicos o de reparto de poder. Porque en esas partidas de cartas los habitantes de Gaza son los que acaban pagando, y porque es nuestro fracaso como sociedad y hasta como especie consentir que este status quo, esta coreografía que en Oriente Medio todo el mundo sabe bailar de memoria, siga representándose.

Mahmoud Abbas ha anunciado que presentará en breve un plan para la constitución del estado de Palestina, una proclamación unilateral (fórmula que ya empleó en 1947 Israel para su propia creación) con el apoyo internacional pero que no dependerá de conversaciones ni tutelas. Si la comunidad internacional realmente quiere que la violencia no se repita, y que haya no una tregua, sino una paz en la zona que no sea la del cementerio, debe de una vez por todas apoyar (pero de verdad) de manera inmediata la creación de un estado de Palestina en las fronteras internacionalmente reconocidas, justo y viable. Este acuerdo, esta tregua que esperamos nunca se rompa, puede ser el comienzo de algo nuevo o al menos una nueva oportunidad de hacer las cosas bien esta vez.

No podemos dejar que esa oportunidad se pierda.

Photo Credit: © UNICEF/NYHQ2014-1122/El Baba

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