ACPP en Jerusalén

ACPP en Jerusalén

Ningún asunto ha sido tan contencioso en Oriente Medio como el estatus de Jerusalén, una ciudad en la que diferentes colectivos étnicos, políticos y religiosos coexisten pero no conviven. Se la considera además el epicentro del conflicto palestino israelí, y es ciudad tres veces santa para judíos, musulmanes y cristianos.  En este contexto, y bajo una inestabilidad política cronificada en todo el territorio, el presidente Trump decidió romper en 2018 el consenso internacional sobre el estatus político de la ciudad, reconociéndola como capital del Estado de Israel e ignorando el Derecho Internacional y las aspiraciones nacionales del pueblo palestino. Desde entonces, Jerusalén está un poco más lejos de la paz y la convivencia.

La ciudad democrática del futuro debe ser sostenible, inclusiva y resiliente, configurándose como un espacio público compartido sobre el que existen sentimientos de pertenencia, posesión y vida colectiva de las personas que la habitan. En este sentido Jerusalén representa la no-ciudad, donde cada persona judía es ciudadana de pleno derecho y cada persona palestina es “residente permanente”, un estatus jurídico intencionadamente atrofiado que deriva en la vulneración sistemática de los derechos más básicos. En Jerusalén, las políticas locales están orientadas hacia la judaización del municipio, que se materializan a través de diferentes ejercicios de ingeniería demográfica y burocrática contra una población palestina cada vez más acorralada: demoliciones, negación de permisos de construcción, expansión de asentamientos judíos ilegales en la ocupada Jerusalén Este, discriminación fiscal, construcción de muros, modificación de los límites del municipio para expulsar a comunidades palestinas etc. No existe justicia ni Derecho a la Ciudad para un cuarenta por ciento de la población en Jerusalén, y esto deriva inevitablemente en  una permanente tensión e inestabilidad que condiciona el día a día de las personas que la habitan. Las tensiones y la segregación del espacio público no se dan exclusivamente entre judíos y árabes, sino que la distancia entre comunidad judía laica y la religiosa crece también día a día.

En este contexto, Asamblea de Cooperación por la Paz es consciente de la necesidad de apoyar iniciativas que, desde diferentes colectivos y organizaciones de base, promuevan la convivencia y el ejercicio efectivo de los derechos colectivos e individuales.  Existe una Jerusalén consciente e inclusiva, que defiende una ciudad en la que todos y todas tengan derecho a disponer de espacios y recursos para practicar una ciudadanía activa, donde se respete el pluralismo y donde el ejercicio de los derechos esté alejado de condicionantes étnicos, nacionales o religiosos. Así, ACPP trabaja para fortalecer y apoyar la presencia de organizaciones palestinas e israelíes que, trabajando en diferentes ámbitos, intentan democratizar la ciudad y aúnan esfuerzos para empoderar a la población palestina de Jerusalén, que necesita herramientas y recursos para contrarrestar la discriminación social, legal e institucional que a día de hoy domina la ciudad.

En este sentido, ACPP sigue dando pasos firmes hacia el diseño e implementación de una estrategia articulada y multisectorial, que permita abrir y reforzar espacios de ejercicio, defensa y reivindicación de derechos en sectores clave: educación, empleo, defensa legal, género, planificación urbanística, vivienda, acceso al agua, medio ambiente, economía, incidencia política, juventud, etc. El protagonismo en esta estrategia está reservado para las organizaciones de la sociedad civil, palestinas e israelíes, socias de ACPP, que desde sus particulares trincheras y especialidades llevan años luchando por la defensa de los Derechos Humanos y el cumplimiento de la legalidad internacional.

En ACPP seguiremos trabajando en esta dirección, convencidos de que el futuro de Jerusalén es más que la mera configuración de un estatus final, acordado por líderes políticos palestinos/as e israelíes y apoyado por la comunidad internacional. Es importante superar las aspiraciones que dibujan una ciudad dividida entre el Este y el Oeste, pero al menos segura e ir más allá para profundizar en la necesidad de articular alianzas de base entre diferentes, con la ciudadanía como eje central, que permitan convertir Jerusalén en una ciudad inclusiva y que garantice una vida digna a todos sus habitantes, independientemente de su condición étnica, política o religiosa.



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