Aunque la pluma tiemble

Aunque la pluma tiemble

La pluma tiembla mientras escribe, el dolor se acumula en un territorio que lleva décadas acumulando dolor. El del drama cotidiano de la población palestina que sufre la ocupación de su territorio por el Estado israelí, la concatenación de medidas tendentes a reducir más si cabe el espacio vital al que se le ha reducido, a expulsarles de forma definitiva de su tierra, la implementación de políticas que no respetan los derechos humanos, que sobrepasan los límites del derecho internacional humanitario. El de la tragedia intempestiva que de tanto en tanto nos asalta, nos sobresalta, copa tiempo y espacio en nuestros medios de comunicación, vuelve a corporeizarse en nuestra cotidianidad hasta que, transcurrido un tiempo, se desvanece y vuelve a dar paso a la normalidad callada del drama cotidiano.  

El último episodio inopinado comenzó el pasado siete de octubre con “el ataque indiscriminado de Hamas a la población civil israelí”. Entrecomillo la expresión porque se ciñe con literalidad a la precisa definición apuntada en el comunicado que difundió Asamblea de Cooperación por la Paz una vez conocidos los hechos. Un comunicado en el que sin matices ni contextos justificadores condena unos atentados terroristas en los que varios cientos de personas fueron asesinadas o tomadas como rehenes. El anteriormente citado derecho internacional humanitario fue cruelmente vulnerado; no cabe, con estos hechos, apelar a la legítima defensa.

Un comunicado en el que se condena la respuesta militar del Estado de Israel, una réplica que, asumiendo hechos y palabras, pretende castigar a la población civil de la franja de Gaza, ese pequeño territorio habitado, a modo de cárcel, por dos millones de personas y tiene como objeto incidir en las políticas de ocupación señaladas al principio de este texto: bombardeos recurrentes, cortes de agua y electricidad, traumatización de una población en la que el 90% de los niños y niñas sufrían traumas antes del siete de octubre. Sumemos ahora la limitación de la entrada de alimentos y completamos los ingredientes de una catástrofe humanitaria.

Corresponde, nos corresponde como organización que hasta en el nombre indica ‘cooperación por la paz’, una mirada inmediata y otra de más largo alcance. Para la primera, cabe remitirse a los siete puntos en que en el susodicho comunicado se enumeran nuestras aspiraciones, nuestro deseo, nuestras exigencias. Frenar esta espiral se convierte en prioritario, más en un momento en que  amenaza el riesgo de internacionalización de la violencia, el conflicto ya está internacionalizado. Para la segunda, manifestamos la voluntad de incidir -como llevamos haciendo desde 1993, cuando comenzó nuestro trabajo, de la mano de organizaciones palestinas- en el refuerzo de aquellas organizaciones en el intento de apuntalar estructuras básicas para el mantenimiento de un futuro Estado palestino. Un trabajo que se complementa con el que ACPP realiza con colectivos sociales israelíes que se oponen a la ocupación, defienden los derechos humanos y cuestionan su vulneración.

Las organizaciones que llevamos muchos años trabajando sobre el terreno somos conscientes de las enormes dificultades que surgen para la construcción y de lo sencillo que resulta destruir todo en cuestión de segundos. Pero continuamos. Aunque la pluma tiemble



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