Nada humano

Nada humano

Nada humano

En los últimos años de la primera década de este siglo nos mostraron su rostro de forma inmisericorde los puños de las crisis económicas. La recesión financiera inducida en 2008 tras el colapso de la burbuja inmobiliaria y la correspondiente crisis hipotecaria estadounidense modificó las condiciones de vida en gran parte del mundo. En el caso particular español, castigó a la población de forma más severa que en otros lares debido a que a la situación internacional referida, se sumó otra similar de carácter propio. Es cierto que en los años anteriores, pese a que los índices macroeconómicos transmitían la imagen de una economía que marchaba viento en popa, existía un enorme sector de la población que vivía en unas condiciones muy precarias. Cabe recordar, que el VI Informe FOESSA referido a 2008, se presentaba con una constatación: “A pesar del proceso de crecimiento económico sostenido […], los índices de desigualdad y pobreza apenas se han reducido. No solo eso sino que sus niveles se han mantenido constantes a lo largo de todo el periodo, a espaldas del proceso de extraordinaria generación de riqueza”. En este diagnóstico se cuantificaba en el 17% el número de hogares afectados por la exclusión social. Posteriormente, la situación se endureció afectando a millones de personas que en la época previa se sentían inmunes al riesgo económico.

Desde entonces, no sin justificación, proliferaron las voces que desde la calle reivindicaban que se diera cobertura social y política a las personas a las que los efectos de la crisis dejaron a la intemperie, las protestas contra recortes sociales que, por definición, afectaban más a los sectores con menos posibilidades económicas. Nada cuestionable, por supuesto, que así ocurriese.

En paralelo, sin embargo, se oían menos reivindicaciones referidas a conflictos en otros territorios del planeta. Lanzando la mirada hacia atrás, encontramos las manifestaciones contra la invasión de Irak en 2003, las acampadas de 1994 reivindicando que el 0,7 del PIB se destinara a la Ayuda Oficial al Desarrollo, los movimientos antimilitaristas en los que se cuestionaba el papel de los ejércitos y los gastos militares… hasta nuestra propia organización que se fundó en 1990 en el contexto de las manifestaciones contra la 1ª Guerra del Golfo, hunde sus raíces en la Asamblea Pacifista de Madrid y en iniciativas como el ‘Barco por la paz a Nicaragua’.

El mundo, por desgracia, se empeña en que estos silencios se rompan. Los desgarros que sufre nos obligan a ‘salir del ensimismamiento’ y mirar hacia fuera. En varios de los territorios en los que el sonido de las bombas y las balas retumba con más estrépito ya había atronado con anterioridad. Los nombres de Palestina o Colombia son, en este sentido, tristemente constantes. Al respecto de Palestina, donde nuestra labor se mantiene desde 1993, ACPP recalca su petición para la aplicación inmediata del Derecho Internacional Humanitario en el territorio ocupado y la protección urgente del pueblo palestino sometido -el texto completo se puede encontrar en este enlace a nuestra página web-.

En Colombia, la situación se deteriora. El número de víctimas civiles aumenta de forma paulatina. El último caso, las protestas de oposición a la reforma fiscal propuesta sirvieron de llave que abrió la puerta a otras movilizaciones de carácter social. En la represión se produjeron varias decenas de asesinatos de civiles que se suman a un listado demoledor (puedes saber más en Voces para la Paz).

También los recientes acontecimientos en la frontera con Marruecos deberían hacernos reflexionar sobre cómo la población migrante empobrecida, que sólo busca mejorar sus condiciones de vida, se convierten en meros “daños colaterales” de una crisis política generada por disputas sobre soberanías territoriales que no hacen más que poner de manifiesto la violación continua y sistemática de los Derechos Humanos.

Podemos pensar, y tal vez no estemos lejos de la verdad, en que es nada lo que podemos hacer cada uno de nosotros en situaciones tan enquistadas y que vienen de tan lejos. Pero, en tanto humanos que aspiramos a vivir en un mundo más justo, en tanto deseamos dejar tras de nosotros un lugar mejor del que nos encontramos, nos sentimos en la necesidad de concebir fórmulas, de presionar social y políticamente, de -cuanto menos-  ser conscientes de la realidad en que nos encontramos. No es una cuestión de escribir declaraciones tan vacías como condescendientes, sino de entender que ‘nada humano nos es ajeno’*. Aunque solo sea por egoísmo, pues nadie estamos libres de vernos concernidos.  ●

*Cita satírica del autor de comedias Publio Terencio Africano (194 a.C. – 159 a.C.) tomada posteriormente en un sentido más literal.

Imagen: El Grito. Edvard Munch 1893



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