No es Paz, es Apartheid

No es Paz, es Apartheid

“el resultado de la propuesta es un ente administrativo palestino discontinuo y cantonizado, económicamente inviable y sin competencias en seguridad o fronteras”

Pasan los años y la situación de excepcionalidad permanente que se vive en la Palestina Ocupada no hace sino empeorar y cronificarse día a día. En este contexto, la Administración Trump tomó la iniciativa y manifestó al mundo su intención de impulsar un proceso de paz que traería la solución definitiva al conflicto palestino israelí. Sin embargo Trump olvida algo elemental, y es que la palabra proceso no hace referencia a un momento puntual, sino a un conjunto de etapas o espacios alargados en el tiempo. Los procesos de paz, además de este requisito de temporalidad, precisan de la participación de todas las partes implicadas y a veces de la participación de terceros reconocidos por todos los actores afectados por el conflicto.  El Gobierno estadounidense pretende dar a su plan aires de propuesta impulsora de un supuesto proceso de paz, pero nada más lejos de la realidad.

El mal llamado “Acuerdo del Siglo” no viene dado por un análisis detallado de la coyuntura política existente en Oriente Medio, ni busca promover espacios de encuentro entre las partes implicadas en el conflicto. Responde a una estrategia de unilateralidad y ruptura del consenso internacional, que tiene como precedente la declaración en 2017 de la capitalidad de Israel sobre Jerusalén, a través de la cual EEUU perdió sus credenciales como mediador en el conflicto y se presentó al mundo como fiel aliado de Israel y su política de hechos consumados en la Palestina Ocupada. Para más inri, Trump encargó públicamente el diseño del Plan a Jared Kushner, un empresario estadounidense cuya fundación inyecta dinero a organizaciones derechistas israelíes que promueven la construcción de asentamientos ilegales en Cisjordania.

 

La naturaleza de la iniciativa ya puede intuirse en el modus operandi utilizado para presentarla: el 22 de junio de 2019 la administración Trump lanzó la parte económica del plan, titulada «Paz hacia la prosperidad», en una conferencia realizada en Barheim con la ausencia total de representantes palestinos. La parte política fue revelada a finales de enero de 2020, con un Trump acorralado por el impeachment impulsado por el Congreso estadounidense y un Netanyahu recién acusado formalmente de corrupción por parte del Fiscal General del Estado de Israel. A este acto tampoco acudió ninguna representación palestina. Así, el Plan contraviene en origen toda lógica aplicable a la teoría de resolución de conflictos y construcción de paz tanto en su forma (dando prioridad temporal a la propuesta económica para hacer frente a un problema político), como en el fondo (unilateralismo y ausencia total de una de las partes implicadas).

Pero más allá del contexto político en que este Plan ha sido diseñado y presentado al mundo, la cuestión más preocupante reside en su contenido y desarrollo, que contraviene de forma flagrante el Derecho Internacional y el consenso establecido en las Naciones Unidas a lo largo de las últimas décadas. No presenta alternativa alguna para 5,4 millones de refugiados palestinos, cuyo Derecho al Retorno (plasmado en la Resolución 194 de Naciones Unidas) es ignorado desde hace décadas.  Plantea redibujar –si no eliminar- la Línea Verde de Armisticio de 1949, frontera de facto que separa Israel del territorio que reivindica la Autoridad Palestina y denominada en 2016 como «fronteras de 1967» por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a través de su Resolución 2334. Reconoce la soberanía israelí sobre uno de los mayores escollos para la solución del conflicto, los asentamientos judíos en Cisjordania (ilegales conforme al Derecho Internacional). Ignora la realidad social, política y religiosa de Jerusalén, una ciudad plural y heterogénea que se constituye como el mayor contencioso en Oriente Medio y a la que se otorga status de “capital indivisible del Estado Judío”. Un imperfecto pseudo estado Palestino propuesto en el Plan obtendría la capitalidad en el Jerusalén Oriental situado al otro lado de la Barrera de Separación israelí, sin acceso ni competencias sobre los lugares históricos y sagrados de la Ciudad Santa, quebrando, más aún si cabe, la cosmovisión e identidad del pueblo palestino.  Como afirma nuestra contraparte israelí Peace Now, “procesos previos de negociación demostraron que el conflicto no será resuelto sin encontrar una solución para Jerusalén”, una obviedad histórica y política que el Plan parece no tener en consideración. Otro de los puntos clave de la propuesta de Trump reside en la anexión –ilegal conforme al Derecho Internacional- de territorios como el Valle del Jordán por parte de Israel, que riega unas 80.000 hectáreas de tierras agrícolas palestinas y colinda con el Reino de Jordania; casi todo el Área C (división administrativa resultante de los Acuerdos de Oslo, controlada administrativa y militarmente por Israel y que supone el 67% de Cisjordania) y parte del Área B (control civil palestino, control militar Israelí). Ante este panorama, el resultado de la propuesta es un ente administrativo palestino discontinuo y cantonizado, económicamente inviable y sin competencias en seguridad ni fronteras, donde incluso la línea divisoria entre Gaza y Egipto estaría sometida a control Israelí.

Tal y como afirman nuestros compañeros de Peace Now, “la propuesta de los Estados Unidos puede ser extensa y detallada, pero no tiene nada en común con una propuesta verdaderamente dirigida a lograr un acuerdo de paz. Sólo una negociación real entre israelíes y palestinos, sin acciones unilaterales, puede derivar en un acuerdo político”. Parece una obviedad, pero lo que Peace Now trata de visibilizar es que la propuesta de Trump no contiene, ni de lejos, los elementos necesarios para merecer ser considerada como un Plan que pueda traer la paz entre israelíes y palestinos.  “El Acuerdo del Siglo” es una propuesta para la institucionalización y normalización de un régimen de segregación étnico-religiosa que dura ya 52 años, y la expresión utilizada por nuestra contraparte israelí B´tselem al respecto es lapidaria: No es Paz, es Apartheid”. 



Traducir »