Proyectos para la resiliencia

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Proyectos para la resiliencia

Senegal. Lo que es importante

Thomas Ndécky insiste en una idea, a la que vuelve una y otra vez. Estamos en Bindialoum Bainouk, un pueblito senegalés próximo a la frontera de Guinea Bissau, recopilando los testimonios para un vídeo que estamos montando sobre el programa que desarrollamos en Casamance, y buscamos frases contundentes y reveladoras. Es lo que tiene el mundo audiovisual: necesita captar grandes mensajes en pocos segundos. Pero lo que Thomas nos cuenta es simplemente esto: “en un pueblo, siempre estás al lado de tu terreno. Tienes una casa aquí y trabajas al lado. Eso es importante”.

Al principio no parecía un testimonio muy jugoso; pero no teníamos mucho material, y esta idea se repetía una y otra vez en la entrevista, así que no se podía descartar. No hay duda de que el impacto principal del proyecto que se ha desarrollado en la zona es, para él, que vive muy cerca de donde cultiva. “Eso es importante”. Pero, ¿por qué?

Bindialoum Bainouk es uno de los numerosos pueblos del sur del país que han estado parcial o totalmente deshabitados durante treinta años, desde la época más dura de la guerra de Casamance hasta la actualidad, cuando ACPP y su social local USOFORAL empezaron el programa de construcción de paz. Las personas desplazadas por este conflicto, que hace años que se encuentra en un impasse, viven en una situación de precariedad acrecentada por la pérdida de sus medios para la subsistencia. Sin un hogar propio, un terreno accesible para cultivar, formación u otros medios, sus recursos se reducen a su fuerza de trabajo y a la pertenencia a una comunidad. Algunos trabajan como jornaleros; a otros les ceden un terreno cultivable, que muchas veces se convierte en un regalo envenenado, porque los propietarios pueden echar a los arrendatarios una vez que el grano está listo para cosecha, y acaparar toda la producción. Más impensable aún es plantar árboles en un terreno prestado. Otros han migrado a la ciudad y buscan oportunidades en el sector informal; sin recursos para comprar o alquilar un espacio decente donde alojarse, las familias desplazadas viven hacinadas en los barrios más humildes de la ciudad de Ziguinchor, en chozas con unas condiciones de salubridad pésimas. La situación de la pandemia de Covid-19 no ha hecho sino acrecentar la vulnerabilidad de este grupo.

Para todos ellos, el objetivo es volver al hogar. O lo que es lo mismo, al campo. Si pudieran explotar su propia tierra, tendrían para comer; si además plantaran árboles y cultivaran cacahuete, mandioca, maíz o cebolla, productos que pueden vender en el mercado, podrían empezar a tener algunos ingresos. Podrían comprar una cabra, o unas gallinas. Si dispusieran de un espacio propio, podrían habilitar un establo, almacenar su grano, transformar las frutas y vender zumo de limón, o aceite de palma.

Algunos campesinos desplazados seguían cultivando su tierra aún desde la distancia; pero sin puntos de agua, con el terreno cubierto de maleza y sin una comunidad cercana, sólo podían explotar una pequeña parcela. A las frutas y cultivos no vigiladas les acechan, además, dos peligros importantes: la depredación animal y el hurto. Ya lo decía Thomas: en el campo, cuando no estás en el terreno, no lo puedes controlar.

Pero, aunque ya no resuenen las detonaciones en el bosque, volver no es tan sencillo. El tiempo y la distancia hacen que le nazcan raíces a la tierra arada y broten las lianas donde antes había un espacio de cultivo; que se derrumben los muros que antes eran casas; que se desdibujen los caminos. En los pueblos abandonados, todo está por hacer. ACPP y USOFORAL están trabajando en la zona apoyando el proceso de retorno de las comunidades desplazadas, que llevan años organizándose internamente y esperando una oportunidad para cumplir su objetivo. Y, más allá del número de casas construidas, de huertas habilitadas y pozos excavados, es la red de cooperación y solidaridad de las familias desplazadas quien está levantando el pueblo abandonado. Una comunidad que se organiza para construir las casas de todos, desbrozar el terreno para la huerta comunitaria, cocinar y llevar agua para los trabajadores y trabajadoras que están en el bosque, recuperando su hogar. Todos arriman el hombro por un objetivo común: volver a la tierra.

A veces, en esta profesión, nos acostumbramos tanto a los conceptos técnicos que no vemos lo que tenemos delante de los ojos. Lo que llamamos resiliencia, en el campo, puede ser algo tan simple e invisible como vivir al lado de donde se cultiva. ●

*Hasta la fecha, ACPP y USOFORAL han apoyado a cerca de 600 personas (en torno a 250 mujeres y 350 hombres) en el proceso de rehabilitación de sus hogares, el acceso al agua y la rehabilitación de huertas en las comunas afectadas por la guerra en Casamance. Te contamos más en este vídeo.

Fotografía: Sylvain Cherkaoui



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