Tiempo de movimientos sociales

Tiempo de movimientos sociales

Ha costado, pero al final el Congreso ha articulado una mayoría parlamentaria suficiente para investir Presidente del Gobierno y poner con ello punto final a un periodo de diez meses de interinidad en la política española. Cabe decir, en un pequeño pliego de descargo, que existe muy poca experiencia negociadora debido a que la historia de este periodo que viene desde 1978 se ha solidificado bajo la estructura de un bipartidismo imperfecto. Una estructura que se ha venido abajo con la sucesiva irrupción de nuevas organizaciones políticas que reclaman su cuota de protagonismo.

Así las cosas, se celebraron las elecciones de abril en las que las organizaciones que se reclaman progresistas obtuvieron una clara mayoría. Una mayoría que según pasaban los días, ante el estupor de los votantes de dichas organizaciones, se mostraba incapaz de alcanzar un acuerdo.

Los resultados de la repetición electoral fragmentaron más la composición de la Cámara y mermaron las fuerzas de la izquierda. Mas las paradojas de la política permitieron que el acuerdo imposible poco antes se fraguase de inmediato. Faltaba un puñado de votos que solo podían venir de fuerzas periféricas, lo que, en el marco de los rescoldos del procés, obligaba al PSOE a romper con su inercia conservadora y a reconocer la existencia de un conflicto de raíz política. El acuerdo se hizo pese a que la derecha encarnada en tres cuerpos había elevado el tono de su oposición hasta alcanzar territorios hiperbólicos. Un acuerdo que supone, al menos a priori, un cambio de paradigma: por primera vez en esta etapa el gobierno lo es de coalición y en él participan ministros y ministras de una organización, Unidas Podemos, situada a la izquierda del propio PSOE.

Esta situación ha disparado las expectativas en (algunos de) los movimientos  sociales del ámbito sociológico de la izquierda. No solo por el hecho señalado, la presencia de ministros y ministras que han participado en dichos movimientos sociales, también porque después de doce años de una gestión de derechas de la crisis/estafa, los sectores más vulnerables de la sociedad -voten a quien voten- han/hemos sufrido con crueldad las consecuencias. Los ingresos por el trabajo han disminuido como fueron disminuyendo los derechos con las restricciones en la legislación laboral. El hecho demostrado por los datos es que la desigualdad en España ha aumentado de forma significativa. Y ahí está el primer campo de acción que requeriremos al nuevo gobierno: revertir las dinámicas que han conducido a la pobreza a decenas de miles de compatriotas. Son muchos los vectores de desigualdad, ninguno debe dejarse en la caja de ‘para más adelante’, pero abordar el de la desigualdad económica es básico por los principios que sustentan a cualquier izquierda que se precie. El decenio negro que hemos travesado ha castigado a las clases trabajadoras y es justo exigir ahora que se reviertan las medidas que se tomaron. También las que recortaron la solidaridad española para con las comunidades empobrecidas de otros territorios.

Desde la perspectiva de los movimientos sociales progresistas cabe plantear un giro, salir del pasivo qué esperamos (de ellos) para abordar el activo dónde estamos (nosotros) y el cómo, nosotros también, podemos influir.

Dos son los riesgos antagónicos. Por un lado podemos entender que debemos entregar un cheque en blanco al gobierno y, a partir de ahí, actuar con candor y complacencia justificando cualquier medida que vaya en contra de lo que se pudiera esperar arguyendo cualquier excusa. Por otro, cabe la posibilidad de mostrar el listado de requerimientos en plan adolescente, lo queremos todo y lo queremos ya. En el primer caso, permitiríamos que el Gobierno, poder al fin y al cabo, entendiese que somos peones a su servicio en vez de cumplir con la labor fiscalizadora propia de la sociedad organizada. En el segundo, sabotearíamos la ocasión de un posible avance en la buena dirección.

El reto es exigir, controlar, influir, fiscalizar… siendo conscientes de lo que es posible. Lo deseable, que el foco de los debates se sitúe entre el gobierno y su izquierda.



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